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Kunderos

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Mientras el Estado, excitado por los medios, se ha propuesto sólo ayudar a los que se ven inutilizados para abonar sus hipotecas -¿y qué hacemos con los que sí pagan? ¿Les devolvemos el dinero?-, un nuevo atropello de dimensiones incomprensibles para la mayoría ha sido sacado de la chistera gubernamental: la policía nacional ha desmantelado el negocio de las kundas tras detener a veintitrés personas.

Hace dos días escribía Manuel Jabois en una opinión titulada ‘Últimas voluntades’ algo que por su mensaje me sobrecogió: “Lo que realmente no entiendo es por qué despierta más indignación la persona que decide matarse y no el que sigue vagabundeando con una familia a cuestas tratando de sobrevivir, quizá robando muy a su pesar o prostituyéndose”.

Con los heroinómanos ocurre algo parecido: no les quitan la droga –siquiera la jeringuilla- pero sí que los dejan sin medio de locomoción para llegar hasta esos poblados, que a veces, hacen más servicios sociales que cualquier ayuntamiento. Al menos a ellos. Porque hay vagos, pastilleros, mediocres veinteañeros que viven en casa de sus padres y que viajan por el sudeste asiático por la gracia del Estado, que siguen viendo inyectadas sus cuentas bancarias por la gracia del desempleo. Para un heroinómano, probablemente el mayor desecho social que ha generado el progreso, ya ni kundas.

Pocos deben saber el delirio mortal que sufre un heroinómano cuando está en pleno agujero negro. Pocos deben siquiera sospechar que uno de esos es incapaz de cogerse el metro por sí mismo y menos un taxi, de donde son sistemáticamente rechazados. Los gobiernos y demás autoridades, incluida el resto de la población, viven de espaldas a este dramático problema aunque se pongan ciegos de porros y cocaína, las cuales muchas veces también las subvenciona el Estado.

Por cierto, la nota de prensa habla de que “el gobierno ha dado por desarticulado el negocio de captación y traslado de toxicómanos a la Cañada Real”, como si el éxito policial se basase en joder al que más cerca tiene la muerte.

“En la operación se han intervenido quince vehículos”, dice la nota, deseando que los mismos pasen a ser los coches oficiales de los gobernantes que nos llevan de camino a nuestra otra Cañada Real, sin mono de trabajo, con mono de dinero, y ejecutados en nuestras dignidades más elementales: sin empleo, sin hogar, y ya algunos sin tener qué comer.

Por eso, ¿qué les molestará dejar a esos pobres desgraciados fundir los últimos segundos de su vida si siguen permitiendo el trapicheo constante de todo tipo de sustancias estupefacientes? Porque desde que se televisan en horarios de máxima audiencia los alijos decomisados comprendí que si es noticia es porque hay bastante más polvo viajando sin ningún tipo de traba del que nos podemos llegar a imaginar.


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